HISTORIA
La ciudad de Cajamarca, capital del departamento del mismo
nombre, se ubica en el valle del río Mashcón, en la vertiente occidental de los
Andes del norte. Su nombre, de origen quechua, significa "tierra
fría". Es imposible referirse a ella sin mencionar su rica historia, su
espléndida arquitectura y los pintorescos paisajes que la rodean, motivo de
inspiración de renombrados pintores locales. Los cajamarquinos, además, son las
personas más hospitalarias y alegres de la sierra peruana. Quien quiera
comprobarlo, visite la ciudad en febrero, durante los carnavales.
Los vestigios humanos más antiguos en esta región datan de
hace unos 3000 años, cuando la zona recibió una fuerte influencia de la cultura
Cupisnique y, posteriormente, de la Chavín. Desde los inicios de la era
cristiana, Cajamarca estableció vínculos muy estrechos con las culturas de la
costa norte. Hacia los siglos VI y VII d.C., recibió influencias de la cultura
Wari (cuyo centro de desarrollo se hallaba en Ayacucho) y en s. XIII fue el
centro de una confederación de reinos independientes que se extendía hasta el
río Alto Marañón. Hacia 1450, y tras una fuerte resistencia, la región fue
anexada al imperio incaico y Cajamarca pasó a ser un importante centro
administrativo y un sitio de descanso de la realeza cusqueña.
En el lugar donde hoy se levanta la plaza de armas, en 1532
el marqués Francisco Pizarro capturó al Inca Atahualpa, que había rehusado
someterse a la Corona española y a la fe cristiana. A cambio de su liberación,
el Inca ofreció llenar un recinto con oro, y dos veces con plata. Se dice que
el volumen del rescate fue tal, que la fundición de los metales duró más de
treinta días. A pesar de ello, nueve meses después de su captura los
conquistadores condenaron al Inca a la pena del garrote. A partir de entonces,
los españoles se asentaron en la ciudad y adaptaron su trazado incaico al
diseño en cuadrícula o en [damero]. De la ciudad incaica de Cajamarca quedan
pocos vestigios.
En los tiempos de la colonia, la economía de Cajamarca
giraba en torno a la agricultura, la ganadería y la fabricación de prendas
textiles (ahí se hacían por ejemplo, las lonas para los navíos que recorrían el
Pacífico Sur). La ciudad alcanzó su apogeo en el s. XVII, con el descubrimiento
y explotación de las minas de plata de Hualgayoc. Cajamarca conserva numerosas
construcciones coloniales lo que le otorga un ambiente muy especial. Gracias a
ello en 1986 fue declarada por la OEA Patrimonio Histórico y Cultural de las
Américas.
Hoy en día Cajamarca es la ciudad más importante de la
sierra norte peruana. Vive una época de crecimiento económico impulsado por el
desarrollo de la minería aurífera, su tradicional ganado vacuno, la agricultura
de secano (con el maíz como principal cultivo) y, más recientemente, el
turismo.
La ciudad refleja la influencia española en la arquitectura
de la Catedral, las iglesias de San Francisco, Belén y la Recoleta; y en sus
casas de dos pisos y techo a dos aguas. Al este de la ciudad, se encuentra el
distrito Baños del Inca, famoso por las aguas termales donde el Inca
acostumbraba bañarse y también porque ahí se encuentran las Ventanillas de
Otuzco, conjunto de nichos de los antiguos habitantes del lugar. En la
provincia de Cajamarca se halla el complejo arqueológico de Cumbemayo, vestigio
de altares ceremoniales y acueductos pre incas y en la provincia de San Pablo,
el complejo ceremonial de Kuntur Wasi, tambien pre inca, de varias plazas y
plataformas sostenidas por muros de piedra de gran tamaño.
Rodeada de una hermosa campiña esta ciudad es un destino
turístico por excelencia. No deje de visitarla.